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JUAN LUIS CEBRIÁN
La vida en un blog
Discurso íntegro del consejero delegado del
Grupo PRISA en la Real
Academia
JUAN LUIS CEBRIÁN 05/11/2007
Don Nicomedes era un médico rural acostumbrado a
escribir un minucioso dietario personal en el que apuntaba la más mínima de las
vicisitudes de su rutinaria existencia. Prendado de la maestra del pueblo
decidió darse él mismo una despedida de soltero en toda regla antes de llevar
al altar a su enamorada. Y vivió, casi sin proponérselo, una noche de
escándalo, cuyos pormenores no tuvo otro remedio que dejar registrados en el
diario. Con mimbres argumentales tan sencillos, el dramaturgo Carlos Llopis y
el cineasta Luis Lucia construyeron una comedia de enredo que llevaron a la
pantalla en 1956 bajo el título de La vida en un bloc. Fernando Rey y José Luis
Ozores, junto a otros míticos actores de nuestro séptimo arte, honraban con su
presencia la vida de celuloide de Nicomedes, cuyo papel correspondió
representar a Alberto Closas. Apenas un adolescente, vi aquella película medio
a hurtadillas, pues no era tolerada para menores, y lo que se me quedó de ella
fue casi exclusivamente el título, amén de una vaga referencia sobre el guión
que acabo de comentar. Un bloc, para las gentes de mi generación, es una resma
de papel, engomadas sus hojas por el filo o cosidas en una encuadernación,
donde se apuntan notas y recordatorios, aunque las más de las veces sirve para
que improvisemos sobre las cuartillas toda clase de dibujos y arabescos
mientras soportamos tediosas reuniones. Bloc es palabra de origen inglés, pero
las etimologías consideran que entró en España a través de Francia, y deben
tener razón, pues entre las muchas acepciones que del vocablo he encontrado en
el Webster's ninguna hace referencia a que signifique un cuaderno o conjunto de
hojas. De todas formas, bloc, cuyo plural, blocs, denota el esfuerzo
intercultural de nuestra lengua para adoptar las ajenas, se encuentra en el
diccionario de la RAE
desde hace décadas, y hoy es palabra tan española como cualquier otra. Aunque
ha de vérselas, y muy en serio, con otro neologismo de reciente importación,
blog, en este caso con g, que el uso y los diccionarios han pretendido sin
apenas éxito traducir como bitácora, y que denota uno de los fenómenos de la
comunicación social más espectaculares de la Historia: la existencia
de millones de dietarios personales, echados a navegar por las redes mundiales
informáticas, que componen un entramado de relaciones individuales y colectivas
apenas imaginable hace diez años. El doctor don Nicomedes, si hubiera vivido en
nuestro siglo, probablemente no habría sido un médico rural, pues de esos ya no
quedan, pero tampoco habría escrito su vida en un bloc, sino en uno de los
millones de blogs que inundan Internet. La extensión del fenómeno es tal que
blog, palabra que todavía no reconoce nuestro diccionario aunque habrá de
hacerlo en su próxima y casi inminente edición, es uno de los vocablos más
buscados en la red, hasta el punto de que mereció los honores de ser nominado
como palabra del año en el 2004. Imposible para el bloc analógico, de papel
rayado, competir con tanta popularidad.